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Larga vida al cine Documental

Juan Miguel GUTIÉRREZ

Se han apagado las luces que han iluminado las múltiples pantallas de esta edición 58 del Festival de Cine de San Sebastián, nuestro entrañable Zinemaldia. Algunas voces han señalado un cierto tono crepuscular en la edición de este año. Una sensación de fin de ciclo basado en opiniones tan subjetivas como un tono glamuroso más tenue que otros años, o en una supuesta inferior calidad en las películas de la sección oficial. Es verdad que no ha habido la presencia de una obra maestra incuestionable que sobresaliera sobre las demás hasta convertirla en un icono de la producción del año. Pero tampoco la hubo en Venecia, ni Berlín, ni siquiera en Cannes. Todos los años no se tiene la suerte de contar con “Ciudad de vida y muerte”, ni con “Las tortugas también vuelan”. El tono medio ha sido el de notable, signo de lo que ha dado de sí la cosecha, no del Festival 58, sino de este año 2010.

Sin embargo la gran baza de este Festival que no se ha visto mermada tampoco este año ha sido, como siempre, el público que ha encontrado una vez más su sitio en las innumerables películas de una selección variada y para todos los gustos.

La gran triunfadora este año ha sido la mirada documental. Aficionados a vender los viejos productos con etiquetas nuevas —como si ellas renovaran el género— hoy en día está mal visto hablar de Documental y suena mejor —yo diría más snob— hablar de cine de “No ficción” dando, una vez más, aunque sea en negativo, el protagonismo a la noción de ficción o reconstrucción de la realidad.

Debekatua dago oroitzea

Fotograma de “Debekatua dago oroitzea”.
Foto: Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

En la historia centenaria del cine la presencia del documental ha sido primordial. El cinematógrafo en su nacimiento como producto de consumo de masas —después de superar su inicial fase de curiosidad científica— fue documental; una cámara situada ante los obreros que salían de una fábrica, una estación de tren testigo de la llegada del ferrocarril, la entrañable escena del desayuno de un bebé y un largo etc. Años más tarde, llegaría la ficción para desbancar a la mirada cotidiana llenando de sueños y evasión la realidad vivida aquí y ahora. Sin embargo cada vez que la ficción agotaba sus temas, cada vez que el virtuosismo de sus propuestas estéticas se volvía manierista surgía una mirada al género “pobre”, a la mirada documental para revitalizarla dando aires nuevos y frescos a la antigua propuesta, acartonada y anquilosada. Los ejemplos abundan: el neorrealismo italiano, el “free cinema inglés”, la “nouvelle vague” francesa, el movimiento “dogma” danés, etc.

Lo mejor de este festival han sido desde mi sesgado punto de vista las propuestas documentales. Bien sean las que respetaban el formato del género en su pureza estructural, bien sean las propuestas híbridas, ficciones semidocumentales que basan su potencialidad en una adaptación a la ficción de una calidad de mirada que entronca íntimamente con la mentalidad de acercamiento a la realidad propia del fenómeno documental. No se puede entender la película ganadora de la Concha de Oro 2010, “Neds” del cineasta-actor Peter Mullan sin intuir su procedencia documental y su íntimo deseo de identificarse a través de la ficción con la realidad que cuenta. El retrato de ese adolescente que efectúa el viaje vital desde la normalidad social hasta la pérdida de valores, asimilado o fagocitado por una sociedad sin rumbo que destruye a sus cachorros está basado en la realidad cotidiana que el realizador y su joven actor conocen de primera mano y cuya presencia en pantalla es un reflejo dolorido de una realidad que preocupa a todos.

Neds

Fotograma de la película “Neds”, ganadora de la Concha de Oro.
Foto: Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

En cualquier sección en que buscara mis películas me he encontrado con documentales. No sólo en la retrospectiva dedicada al género sino en cualquiera de ellas. Obras claves en el documental de los primeros 10 años del siglo XXI como “Las tres habitaciones de la melancolía” de Pirjö Honkasalo, “S-21, La máquina roja de matar” de Rithy Panh, “En el hoyo” de Juan Carlos Rulfo o “My Winnipeg” del canadiense Guy Maddin por no citar más que unos pocos ejemplos de procedencia bien diversa constituyeron una sección brillante, el mejor reflejo para entender cómo han los primeros años de un siglo que se anuncia tan convulso —seguro que no lo es tanto— como el siglo anterior que se nos fue con muchísimas más sombras que luces.

Documentales en la sección oficial, tal vez no los mejores del festival pero sin duda estimables como “Bicicleta, Cullera, Poma” (Bicicleta, cuchara, manzana) de Carles Bosch que recoge el testimonio del político Pascal Maragall en su lucha contra el mal de Alzheimer o el alegato a favor del parto natural de la japonesa Naomi Kawase: “Genpin”. En Zabaltegi hemos disfrutado especialmente con uno de los puntos fuertes de este Festival como es el documental sobre y con el inclasificable y escurridizo artista callejero Bansky, “Exit through the gift shop” o, en una clave bien diferente, la potente entrada en el mundo de la marginalidad guatemalteca de “Las marimbas del infierno” de Julio Hernández, sin olvidar la sorprendente propuesta de radical corte documental, pero con inquietantes indicios de ficción como es la italiana “Le quatre volte” de Michelangelo Frammartino.

Genpin

Fotograma de la película “Genpin”, de Naomi Kawase.
Foto: Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Es, sin embargo la sección Zinemira, que reúne las mejores producciones vascas del año, la que ha supuesto la mayor sorpresa del certamen. Sección humilde, abrumada por la presencia de la oferta apabullante que suponen las otras secciones del festival, que convoca todos los años, en una apuesta cada vez más consolidada, a cientos de aficionados que llenan las salas para descubrir propuestas tan estimulantes como “Debekatua dago oroitzea”, las mujeres represaliadas por el franquismo en la cárcel de Saturrarán; “Amerikanuak”, visión tierna y jocosa de la emigración de pastores a EE.UU.; “La plaza de la Música” o los estragos de la contaminación por amianto, o “Simplemente”, acercamiento a la realidad de la personalidad fascinante de un grupo de disminuidos psíquicos. Películas, algunas de ellas en euskera, que muestran la pujante vitalidad de un cine vasco documental.

Digan lo que digan, mi vivencia en esta edición 58 ha sido tan apasionante como en propuestas anteriores, reflejo fiel del año transcurrido. Fin, sin embargo, del ciclo marcado por la persona de Mikel Olaziregi y anuncio del relevo por parte de un hombre de la casa, José Luis Rebordinos, del que no dudamos de su capacidad y entusiasmo y al que deseamos suerte, mucha suerte.

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